Iba yo caminando por la acera, pensando en las muchas
carencias que tengo como profesora. ¡Hay tantas formas de enseñar, motivar e
inspirar a los alumnos que yo desconozco!... Bueno, en realidad, no conozco casi
ninguna. Y este pensamiento me desesperó. Entonces me tropecé con el hada de los tres deseos que me dijo que le pidiera
tres ídem que pudieran aliviar la angustia que me embargaba. Me miró sonriente, como sólo saben mirar las
hadas, y me soltó a bocajarro:
-
¿De qué manera
querrías formarte para ser la mejor profesora del mundo?
-
¡La mejor
profesora del mundo! - exclamé incrédula.
-
Aún mejor que Nancie Atwell -dijo con ironía.
Y empecé a pensar.
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